Muchos alcohólicos se agarran a la bebida como a un clavo ardiendo. Creen, de manera errónea, que es la escapatoria a una realidad que piensan injusta con ellos. No hay mayor injusticia que ocultarse detrás de una botella y no hacer frente a la realidad. Eso es de lo que se dio cuenta Rosa, una ex alcohólica que quiso huir de sus problemas a través de la bebida y vio cómo el alcoholismo los multiplicaba. Hoy nuestra paciente agradece a Santiago Rotaeche haber recibido ese apoyo para dejar el alcohol.

Causas del alcoholismo


Mucho se ha hablado sobre los motivos por los que una persona acaba refugiándose en los productos alcohólicos. ¿Qué es lo que lleva a su consumo en exceso? A menudo se buscan respuestas en cuestiones sociales. El contacto con el alcohol es mayor en entornos donde está muy arraigado y forma parte de ciertos estilos de vida: las celebraciones, la marcha nocturna, las reuniones en bares… Hay quienes hablan también de razones biológicas, por las que si tenemos familiares con trastornos psiquiátricos o simplemente con problemas de alcoholismo, hay más probabilidades de que esta enfermedad nos arrastre.

Sin embargo, una de las causas del alcoholismo más comunes tiene que ver con motivos psicológicos. Existen tanto factores internos, sea la baja autoestima o la ansiedad, como factores externos: problemas de pareja, conflictos en el trabajo, pérdida de un ser querido… En el caso de Rosa se dan ambos factores. Ella siempre tuvo una mala percepción de sí misma. No se quería lo suficiente. El fallecimiento de su madre, cuando nuestra paciente contaba con tan sólo once años de edad, fue la excusa perfecta para iniciarse en el alcoholismo.

Rosa se sentía a gusto entre los productos alcohólicos, y pensaba que no había nada mejor para subirse el ánimo y sobrellevar aquella pérdida familiar. Sin embargo se tomó los falsos efectos ventajosos del alcohol más allá, creyendo que era el salvavidas para toda clase de problema. Incluso cuando no los tuviese, pues acudía también a la bebida en cualquier celebración. No importaba su estado de ánimo. Estuviese triste o estuviese alegre, comenzaba a depender del alcohol y de la necesidad de mantener ese estado constantemente.

Consecuencias en el entorno


A pesar de que el alcoholismo conduce a las personas que lo padecen a una realidad paralela donde creen estar a salvo de sus problemas, en verdad sus secuelas no pueden ser más catastróficas. Rosa, así como cualquier otro paciente alcohólico, no era consciente del daño que se hacía a sí misma pero también a la gente que le rodeaba. Los más cercanos, su familia, fueron los primeros en verse afectados.

Uno de los síntomas del alcohol más constatados es el carácter violento. A lo largo de los años nuestra paciente mantuvo esa actitud agresiva incluso con la gente que más la quería. Ser madre no cambió su mala actitud. De hecho también era violenta con su propia hija. Ese dolor era mayúsculo al darse cuenta de la circunstancia. Su pequeña también tenía once años cuando Rosa tocó fondo a causa del alcoholismo, y entendió que al igual que ella se había quedado sin madre a ella también le estaba ocurriendo lo mismo con aquella misma edad. De esta forma, nuestra paciente cayó en una espiral depresiva aún mayor.

Este paralelismo lo único que provocaba en ella era que se tuviese aún menos aprecio. Cegarse a la realidad y no buscar otras vías de salida es otra de las causas del alcoholismo que deberíamos evitar. ¿Lo solución? Dejar el alcohol. No obstante Rosa aún no era lo suficientemente fuerte para dar ese paso. Por el contrario, era su propia hija la que actuaba con responsabilidad por ella. “Mi hija no quería salir de casa. Era como mi vigilante”, confiesa Rosa. En efecto su hija intentaba alejarla del alcoholismo, de modo que buscaba en los rincones de casa en los que sabía que podía haber escondido la bebida.

Su hija no era la única del entorno consciente del problema de Rosa. Su pareja también tenía que sufrir los estragos que el alcoholismo provocaba en casa. Mientras tanto, los amigos de Rosa terminaron por alejarse de ella. Por desgracia el abandono social es una de las consecuencias más habituales entre los alcohólicos. Ante esta situación, Rosa se creía la peor persona del mundo. “Sin tener grandes problemas, yo misma los estaba provocando”.

La vida más allá del alcohol


Nuestra paciente abrió los ojos cuando consideró que ya había perdido el control por completo y no encontraba manera de gestionar su vida por ella misma. Finalmente aceptó que su pareja la acompañase al centro de rehabilitación de alcohol. El tratamiento ha podido sacarla del alcoholismo y desde entonces Rosa siente que ha vuelto a vivir. Cada mañana es un nuevo día que vive con una paz profunda, en la que puede acordarse de qué ha dicho y hecho la noche anterior. También logra apreciar los pequeños detalles, la naturaleza, su familia, sus amigos más fieles, en definitiva, volver a tener ganas de vivir.

Dejar el alcohol es posible


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