¿Cómo saber si sufro alcoholismo? Existen tres síntomas a través de los cuáles podemos comprender de manera clara si nos encontramos en esa situación: dependencia alcohólica, ansiedad y síndrome de abstinencia. Éste último caso es quizás el más evidente tras dejar el alcohol. Conociendo sus fases podemos aminorar su impacto, proteger nuestra salud y superar finalmente las adicciones a la bebida.

Las huellas del alcohol en abstinencia


El síndrome de abstinencia nos va a revelar cuál es el grado de nuestra dependencia alcohólica, tanto si hemos dado el paso de dejar el alcohol como si aún no. Y es que cuando suspendemos o disminuimos drásticamente por unos días, unas semanas o incluso tan sólo unas horas nuestro consumo excesivo y constante de alcohol, se activan esos síntomas. Son fundamentalmente dos las vertientes que nos van poner sobre la pista: a nivel interior, sufrimos sudoración, temblores y vómitos; a nivel exterior, nos volvemos ansiosos e incapaces de trabajar y tenemos graves problemas de convivencia.

Estos síntomas se deben al estado de hiperexcitabilidad al que está sometido el sistema nervioso central. Esto ocurre cuando decaen los niveles de alcohol en la sangre de forma radical. Los pacientes alcohólicos son capaces de reparar en esta situación, pero para calmar su agitación se ven avocados de nuevo a la ingesta de productos alcohólicos. Esta es la frontera por la que hay que luchar para romper el círculo vicioso y no volver a caer en las adicciones.

La salud en la abstinencia


Hay una cosa que es clara: cuánto más acostumbrados a beber alcohol, más duros serán los síntomas de la abstinencia. Aunque puede presentarse en adolescentes, por lo general este síndrome es más habitual entre los adultos. Es en este período vital cuando el estado de salud es más frágil y delicado, de forma que los efectos del síndrome de abstinencia pueden perturbar nuestro propio organismo.

Según los casos, los síntomas pueden derivar hacia estados de confusión, angustia, temblores o ansiedad más severos. Además, el síndrome de abstinencia en una fase más avanzada puede conllevar deshidratación. Todos estos indicios van a surgir especialmente durante los primeros momentos tras dejar el alcohol por un período prolongado al habitual, que coincide con la fase más complicada del proceso. La abstinencia puede producir, además de los problemas que hemos comentado, náuseas o dificultad para dormir.

Un nivel extremo al que puede llevar el síndrome de abstinencia es el conocido como delirium tremens. Suele desencadenarse en una tercera fase por la cual el cerebro ha sido afectado. A aquellos otros síntomas pueden unírsele pulso acelerado, hipertensión arterial, hiperirritabilidad, convulsiones e incluso espejismos. Es un episodio agudo conocido por provocar una serie de alucinaciones causadas sobre todo por la falta de magnesio. En conjunto todo esto puede generar problemas para el corazón, los pulmones o los riñones, además de a la salud mental.

La mejor de las recomendaciones, una vez estemos convencidos de que queremos dejar el alcohol, es ponerse en manos de especialistas inmediatamente. Acabar con el alcoholismo no es algo que debamos afrontar nosotros solos, ya que vamos a necesitar pautas para que nuestra salud tampoco se vea irreversiblemente dañada. No nos confiemos en que nuestra dependencia alcohólica parece menos de lo que es. Un especialista es el único que puede precisar el nivel de alcoholismo, y así poder hacer un diagnóstico de acuerdo con su caso.

La importancia del entorno


Los efectos desagradables del síndrome de abstinencia también se pueden paliar si nos rodeamos de buena compañía. No hay que olvidar que las ganas de volver a caer en el alcoholismo siguen estando ahí, pero que se pueden contener si recibimos el apoyo adecuado de familia y amigos.

Sin embargo, la pieza clave de este engranaje para dejar el alcohol está uno mismo. Al igual que debemos dejarnos cuidar por nuestros seres queridos, al mismo tiempo también debemos cuidar de nosotros mismos. Esto empieza por cambiar nuestra rutina e introducir hábitos saludables.

El síndrome de abstinencia se puede reducir con algo de glucosa y suplementos de vitaminas y minerales, como la tiamina o la vitamina B1. Estas ayudan a prevenir los efectos del alcohol en el cerebro.

La terapia de rehabilitación


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