Primo Levi decía que «un recuerdo evocado demasiado a menudo y expresado en forma de historia tiende a convertirse en un estereotipo cristalizado, perfeccionado, adornado, instalándose en sí mismo en lugar de la memoria pura y dura, y creciendo a sus expensas».
El adicto está marcado no por un hecho en sí, sino por emoción que produjo aquel hecho en su alma y, de tanto repetirse a sí mismo el pasado, ha organizado la vida según aquello que sintió; pero si hay algo que un ser humano no debe hacer es permitirse el lujo de no vivir el presente. Con tu compromiso de abstinencia y el método de «MMS» recuperarás tu presente y tu vida.
Verse desde fuera
Cuando uno está sano no piensa que la salud es lo más importante, tú has visto que beber afecta a tu salud mental y física y has tomado la decisión de dejarlo; pero para llevar a cabo un cambio no solo es necesario tomar la decisión, se precisa, además, constancia y un compromiso férreo.
Nadie se vuelve adicto por placer, la adicción siempre viene marcada por el dolor, y el dolor se cura poniéndolo en palabras; hemos creado un espacio donde podrás hablar sin miedo y sin juicios de ese resentimiento, de eso que sientes una y otra vez y que te conduce a anestesiarte.
Es probable que muy a menudo te llenes de sensibilidad y consideres que es una emoción de adolescente, que no se corresponden con un adulto; los compañeros del grupo de terapia serán el hueco por el que te podrás ver desde fuera y te servirán como espejo para darte cuenta de que las emociones no son patrimonio de la edad, sino que forman parte de los seres humanos.
Lo que sí irás aprendiendo a través de las sesiones es a aceptar la repercusión que las acciones basadas en tus emociones descontroladas pueden tener en los otros, algo que el adicto no sabe ver porque el alcohol diluye la frontera entre sinceridad y crueldad. Pero aceptar no es resignarse, sino responsabilizarse de las situaciones y actuar para conseguir transformarlas y convertirlas en lo que queremos que sean.
La generosidad saludable
Pedir ayuda es reconocer que uno solo no puede hacer algo y compartirlo con otro, es decir, confesar la propia vulnerabilidad; aparentemente el hecho de dar sitúa a quien lo hace en una posición de poder y coloca a quien recibe en situación de necesidad, por eso es tan difícil pedir.
En realidad, cuando alguien no es capaz de pedir ayuda es porque no se concede a sí mismo el derecho a recibir y no se reconoce la talla moral suficiente para que alguien le tenga en cuenta. Con la abstinencia recuperarás la conciencia de ti mismo y podrás diferenciar la generosidad saludable de la malsana.
Puede que en alguna ocasión te tambalees, pero tienes una inteligencia interior que ha decidido no consumir nunca más, independientemente de lo que pase, y estás dispuesto a revalidar diariamente tu compromiso de abstinencia. «El único milagro que podemos hacer será seguir viviendo, defender la fragilidad de la vida día a día», decía José Saramago.
Dominar al juez interior
La ira es autodefensa, se trata de que la dejes ir y llegues a ser asertivo, para ello tendrás que pasar primero por el silencio ante la ofensa, hacer el tránsito del desierto que todo cambio requiere. La recuperación ocupará en tu vida un espacio equivalente al que ocupó la adicción, la diferencia es que en esta ocasión utilizarás el tiempo para volver a la vida no para hundirte en el fango.
Es importante que digas lo que sientes y que lo hagas sin miedo y sin vergüenza, pero con tacto; cuando hablas sin beber las palabras adquieren otro sentido y compartir el dolor con quien te quiere para que sepa lo que estás solucionando se llama autoestima; de este modo, la relación contigo comenzará a ser saludable, dejarás atrás el agobio de vivir en la ocultación y en el silencio y emergerá el criterio personal a la vez que se irá diluyendo el miedo a la exposición.
Presta atención a tu vida cotidiana, sortea tu fragilidad emocional con rutinas que te ayuden a tomar conciencia del presente y, sobre todo, baja el volumen de esa historia mal contada que intenta repetirse en tu cabeza y sube la voz para relatarte la historia de tu nueva vida. Como dijo Arturo Graf, «Parte de la infelicidad que sientes en tu vida se debe al hecho de que te estás escuchando a ti mismo, en lugar de hablarte a ti mismo».
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