Puede que estés leyendo esto porque te preocupa el consumo desordenado de alcohol de alguien cercano; tal vez seas padre o madre de un adolescente con una personalidad adictiva y estés buscando la forma de ayudarle. Si es así, en este texto te daremos algunas pautas al respecto para que, si en realidad existe el problema, sepas que también existe una solución.

En MMS entendemos la adicción como un intento de resolver un desorden emocional mediante el consumo de alcohol, incentivado por la normalización que de dicho consumo se hace en el entorno. Asumimos, por lo tanto, que hay una parte de la adicción en la que se puede intervenir para prevenirla o, en su caso, sanarla; incluso si el adicto no quisiera dejar de beber, hay maneras de ayudarle a que pueda ver más claro.

El olvidado mundo de las emociones

Los seres humanos percibimos el mundo a través de las emociones de manera similar a como lo hacemos mediante el gusto o el tacto y si nuestro sistema emocional está desajustado no podemos distinguir con claridad lo que nos rodea, como no podemos escuchar bien cuando tenemos un desorden en el mecanismo auditivo. 

Todos vivimos innumerables estados emocionales, Buda hablaba de cientos de ellos; los terapeutas manejamos seis, aproximadamente, y el ciudadano de a pie solamente dos: bueno y malo. Con tan pocas opciones, un cortocircuito en las emociones el niño hace que se sienta abandonado y que tema un nuevo abandono si hace algo inconveniente; a causa de ese desajuste, vivirá el resto de la vida sin saber pertenecer.

Javier Marías, en su libro Así empieza lo malo, dice: «Cuando han pasado muchos años, o incluso no tantos, la gente se cuenta los hechos como le conviene y llega a creerse su propia versión, su distorsión». 

La seguridad de pertenecer

Nosotros sabemos que el desperfecto de la emocionalidad se produce en la infancia y no porque existan maltrato o abuso -que evidentemente, si ocurren, son demoledores- sino que al niño le faltó, tal vez, una sutil muestra de cariño en un momento determinado. Y es que la sociedad y las familias, por causas justificadas o no tanto, viven de espaldas al mundo emocional.

En la infancia, alguien nos tiene que enseñar las reglas del juego de la vida, pues si las desconocemos haremos trampas consumiendo alcohol o drogas. Las emociones tienen sentido y hay que hacérselo saber a los hijos, hay que validarlas para que puedan explicarlas, pues lo se puede explicar se puede manejar. 

Hay una segunda oportunidad para llevar a cabo el ajuste emocional y es con la primera pareja pero, si esto no diera resultado, la solución posterior es acudir a terapia; específicamente para ello hemos creado la terapia de grupo on-line para dejar de beber. 

La comprensión es la mejor prevención

Los pacientes que acuden a terapia para recuperación de adicciones confían más en los terapeutas que han pasado por donde ellos están pasando, ya que se sienten comprendidos y eso hace que las palabras del terapeuta adquieran autoridad. 

Exactamente lo mismo ocurre con los adultos respecto a los hijos, hay que hacerles ver que también se ha sido niño, adolescente y joven y que los sentimientos eran similares a los suyos, que son cosas naturales que hay que aprender a gestionar y que se está a su lado para ayudarlos.

Si se descubren a sí mismos y aprenden a quererse mediante del cariño que reciben de sus padres, se convertirán en personas sólidas a las que la vida rozará en su justa medida y serán menos vulnerables al consumo.

Sofía Coppola dijo en Lost in Translation «Cuanto más sabes quién eres y lo que quieres, menos te afectan las cosas». 

Si te gusta tu vida, no bebes

La mayoría de edad no se estableció porque sí, se tuvo en cuenta que el cerebro hasta los veintiún años aproximadamente, no puede conectar las tres funciones que tiene como misión: la automática, la emocional y la racional, conexión que hay que hacer con ayuda de los adultos encargados de transmitir las reglas de vida.

De cada diez personas, siete beben correctamente, es decir, consumen ocasionalmente una cantidad pequeña; dos beben más de lo que quisieran, pero controlan su comportamiento; uno de ellos es adicto. La meta es prevenir la adicción consiguiendo que los jóvenes formen parte del primer grupo cuyos componentes, por lo general, están satisfechos con su vida y no necesitan anestesiarse.

Aprendemos lo que vemos, así es que será bueno no invitarlos al consumo y en caso de que beban más de lo deseable fuera de casa, no darles el visto bueno, sino ponerles límites y hacerles entender que si su ocio gira en torno al alcohol existe un problema más profundo que habrá que descubrir. Y es probable que, tal vez, el problema provenga de una mala gestión emocional en el conjunto familiar y el adicto solo sea la punta del iceberg. Pudiera ser.