Mi exposición al alcohol ha disminuido, ya no voy a los bares donde solía beber ni con la gente que lo hacía.
No sólo por protección, también porque me he dado cuenta que no tenían ningún interés ni me aportan nada. En las situaciones en las que no puedo evitar estar expuesto, como fiestas familiares o de trabajo, los que van ya han interiorizado mi discurso, y no me preguntan o animan a consumir alcohol, saben que bebo tónica.
El problema con la exposición es que las personas no nos sentimos siempre de la misma manera. Ante situaciones de vulnerabilidad emocional, tales como el miedo a ser excluido, o una pérdida de alguien querido, puede que flaqueemos y optemos por esconder esas emociones tras unas copas.
También está la posibilidad de que nos sintamos con excesiva confianza en nosotros mismos y pensemos que por una copa no pasa nada, un homenaje se lo da cualquiera. Cuanta menos exposición, menos riesgo de recaída; y cuando sea imposible no estar expuesto, tener claro el discurso y la bebida alternativa.