Varias razones para dejar de beber.
El primero es el daño y el dolor que van asociados al alcohol. Personalmente mala salud tanto física como mental, y esto conlleva el dolor de una autoestima por los suelos, remordimiento, vergüenza y sensación de fracaso. El segundo el daño y dolor que provoco en las personas que quiero y aprecio, sobre todo mi pareja y familia, también los amigos. Y en un círculo vicioso infernal ese daño al prójimo retroalimenta mi propio dolor y baja autoestima. El tercero es porque intento evitar la realidad cuando no me gusta con alcohol, pero la realidad está siempre ahí por mucho que beba.
Si no bebiese mi autoestima y mi capacidad de enfrentarme a las situaciones negativas se incrementaría, ya que no tendría que llevar el saco a cuestas de las resacas físicas y sicológicas. Si una eventualidad es dolorosa tendría que lidiar sólo con esa situación y sus consecuencias, sin añadirle todo lo negativo que proporciona beber. Y al quitarles la preocupación sobre mi, mis seres queridos serían más felices, lo que incrementaría considerablemente mi autoestima, en vez de disgustos y reproches, buenas caras y ánimos.
En cuanto a las estrategias de protección, intento seguir las de MMS. Tengo problemas con la exposición al alcohol, algunas veces es inevitable. Pero intento minimizar ese contacto al máximo. Los ofrecimientos de tomarme algo los rechazo más fácilmente: pido una tónica, siguiendo la estrategia de planear antes de pedir, y dejo claro que el alcohol no me sienta bien ni física ni mentalmente. Por tanto, estoy intentando en todo lo que puedo implementar los cambios sugeridos por MMS.
Más que en la fuerza de voluntad, nunca he tenido mucha, mi proyecto se apoya en ser consciente de la situación antes de que se desboque. Cuando me noto que empiezo a estar muy estresado, o negativo, me paro y pienso en lo mal que lo paso cuando bebo, y me pregunto: “¿de verdad quiero eso?”