Decidí controlar la bebida porque algunas cosas que me ocurrían al tomar alcohol no me gustaban; me preocupaba la barriga que estaba echando debido al sobresfuerzo hepático, aunque había algunas cosillas más; pero reconozco que lo que más me asustó fue darme cuenta de las lagunas de memoria. Ya había tratado de negociar por mí misma el número de copas a tomar, pero eso duraba un período corto, más o menos hasta que bajaba el volumen abdominal o creía recordar todo lo que había vivido. Me preocupaba que la situación fuera a más y, consciente de que sola no iba a conseguir un acuerdo con la botella, busqué ayuda.

Dejar de beber por un tiempo

Cuando me incorporé a la terapia de grupo on-line para dejar de beber de MMS, mi intención era dejarlo por un tiempo, los meses que indicaba el tratamiento, para limpiar el organismo y bajar de peso y, después, volver a tomar alcohol con moderación. 

Pasaron tres meses y todo iba bien; en cada sesión, el grupo de apoyo me aportaba seguridad y esperanza, ya que muchos compañeros habían empezado la terapia antes que yo y llevaban un tiempo largo sin beber; notaba que las personas a las que había conocido tres meses antes hablaban cada vez de manera más sosegada y coherente y yo tenía mucha más capacidad de atención que al principio. 

Aunque no había concluido el tiempo de terapia convenido, consideraba conseguida mi meta: había adelgazado bastante, dormía muy bien y tres meses me parecía tiempo más que suficiente para sentirme veterana en el arte de la sobriedad. En aquella sesión iba a anunciar mi pronta despedida. 

Pero me tocó vivir la experiencia de la recaída en un compañero y algo cambió en mí.

Integrar lo aprendido

Entendí de golpe que el fin que persigue este método no es solo dejar de beber, sino saber el motivo por el que se bebe y localizar las emociones que mueven los hilos del consumo descontrolado, enseñarnos a ser amables con nuestro cuerpo para que el alma tenga ganas de habitar en él.

Aquel día en que cambió mi visión de la sobriedad, pensé que esta terapia es como acudir a un lugar para aprender a patinar sobre hielo; lo primero es mantener el equilibrio, luego deslizarse con suavidad, más tarde conseguir hacer piruetas; absorbida la técnica, ya decidiremos si nos dedicamos al patinaje artístico o solo queremos ir de vez en cuando a echar unas risas con los amigos. 

Se podría decir que MMS es una escuela donde se enseñan las herramientas del autoconocimiento para que, una vez las hayamos integrado y sepamos observarnos sin juicios, podamos decidir cómo queremos que sea nuestra vida. Pero hay que tener muy claro que, como en el patinaje, no es lo mismo una danza continuada y rítmica que ir de tropiezo en tropiezo perdiendo el equilibrio.

Hacer lo más conveniente

Está comprobado que se necesita un período de sobriedad de aproximadamente nueve meses para que el cerebro y el cuerpo se limpien de alcohol, pues no basta con percibir el resultado inicial externo, hay que dar un poco de margen para sentir el cambio profundo y obtener una respuesta clara de la mente; después vendrá la decisión, siempre sabiendo que no se consigue el mismo resultado haciendo curas de vez en cuando que incorporando a la vida hábitos saludables.

Puede ser que aquella sesión me hiciera ver que una vida nueva no llega por la renovación del calendario, sino por un cambio de actitud; lo cierto es que a partir de entonces yo no me veía capaz de vivir cayéndome y levantándome del alcohol una y otra vez, así es que opté por la abstinencia permanente, porque el futuro que deseo huele a orden, a serenidad y a fortaleza para acometer el viaje de la vida mirando de frente el paisaje y no hacerlo sentada de espaldas sintiéndome engullida por el camino.

Creo que vienen al caso estas hermosas palabras que León Tostói plasmó en su Diario: «Creemos nuestro deber realizar diversas cosas: educar a los hijos, acumular un patrimonio, escribir un libro, descubrir una ley científica, pero sólo hay una cosa que hacer: modelar nuestra vida, hacer de ella algo íntegro, racional, bueno».