Los desencadenantes tienen una combinación de elementos, pero para simplificar este blog se dividen en dos categorías principales: típicos y atípicos.
Desencadenante típicos
El desencadenante típico es uno que funciona a través de los cinco sentidos primarios. Los sentidos más utilizados son la vista, el oído y el olfato. Muchos de nosotros podemos identificarnos con el hecho de sentirnos abrumados por un antojo después de ver un anuncio de alcohol, o de oler el aroma de la hierba en el aire. Vamos a desglosar estos típicos desencadenantes ambientales para poder prepararnos mejor para cualquier evento desencadenante futuro.
En primer lugar, tienes un estímulo visual y/u olfativo (olor) que se presenta mientras te ocupas de tus propios asuntos. A continuación, el cerebro reconoce el estímulo de forma pasiva y dice: “¡Eh, esto lo conozco!” y va a llamar a la puerta principal del departamento de memoria. Cuando se accede a la memoria de las experiencias pasadas, comienza un proceso de recuerdo. El recuerdo es un poderoso período mental en el que puedes experimentar sensaciones de estar intoxicado aunque no hayas ingerido ni consumido nada. Después de la sensación de recuerdo hay una forma de enraizamiento mental en la que tu cerebro reconoce que esto es sólo un desencadenante; pero el recuerdo puede permanecer activo durante un tiempo causando dudas y antojos que amenazan tu sobriedad. Te enfrentarás a las opciones de controlar la situación o sucumbir a acciones que probablemente amenazan tu sobriedad. Obviamente, toma la decisión correcta y protege tu sobriedad. Si el desencadenante es extremadamente fuerte, lo mejor sería buscar el apoyo de un amigo o familiar.
Desencadenante atípicos
Un desencadenante atípico es aquel que es inducido por el estrés. A menudo, cuando se trata de un evento personal estresante (como un neumático pinchado) o una situación con el trabajo, el pensamiento inmediato de muchos adictos en recuperación es resolver el problema a través de la intoxicación. El estrés está destinado a suceder y a medida que continúes tu viaje con la sobriedad tendrás que entrenar a tu cerebro a lidiar adecuadamente con el estrés.
¿Cómo se puede?
Tu cerebro forma asociaciones entre los eventos desencadenantes y la forma en que te enfrentas a los desencadenantes. Esto significa que tu cerebro está aprendiendo activamente cada vez que da un paso en la dirección correcta al enfrentarse a los desencadenantes estresantes. El viejo adagio de que lo que se dispara junto, se conecta junto se refiere a las neuronas y tus conexiones dentro del cerebro.
¿Cómo afecta esto a largo plazo?
Forma una experiencia completa y construye hábitos defensivos automáticos la próxima vez que te enfrentes a un desencadenante. Cada vez que afrontas positivamente un acontecimiento desencadenante, construyes una resiliencia mental. La próxima vez que se desencadena, asegúrate de conectarte a la tierra y utilizar un método positivo para enfrentar el estrés; tu cerebro y tu sobriedad a largo plazo se lo agradecerán.
Estos son algunos ejemplos típicos del día a día:
El camino a casa
Has terminado el trabajo y ha sido un día largo y estresante. Todo lo que quieres hacer es relajarte. En este momento es cuando es más probable que te acerques a la bebida a por una botella de vino o eches una cerveza en la cesta del supermercado. Pero empezar a beber en cuanto llegas a casa después del trabajo podría dejarte roncando en el sofá a las 9 de la noche, acortando tu merecida velada.
Mantiene el rumbo: Piensa qué otras cosas puedes hacer para relajarte por la noche. Apúntate al gimnasio, haz un poco de yoga o dedícate a un nuevo hobby.
La hora de la cena
Te gusta cocinar una buena comida y comerla. Es la forma de relajarse al final de un día agotador. Pero la hora de la cena no está completa sin una o dos copas de vino que complementen la comida.
Mantiene el camino: Asegúrate de que hay una jarra de agua en la mesa. Tomar un vaso de agua junto a una copa de vino te animará a espaciar y disfrutar del alcohol.
Cuando hayas acostado a los niños
Ha sido una hora de rabietas, lágrimas y peticiones de “sólo un cuento más”. Por fin se hace el silencio en el piso de arriba. Servirte inmediatamente una bebida podría impedirte aprovechar al máximo estas preciosas horas: podrías estar menos motivado para hacer cosas.
Mantiene el rumbo: Planea algo para cuando los niños se hayan ido a la cama y así será menos probable que pases el resto de la noche con una copa en la mano. Ve una película, lee tu libro o charla con tu pareja. Apreciarás mejor estas cosas habiendo bebido menos o nada de alcohol.
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